¡Arriba los corazones!

"Sed tengo", "Sitio" en latín, es una de las siete palabra de Jesús en la Cruz. Es Su disponibilidad que convoca a la nuestra, invitándonos al “sacrificio de la alegría”: a “hacer de tripas corazón”, para mirarlo a Él.

¡Arriba los corazones! es una frase de aliento que nos remite al "Elevemos el corazón" de la Misa, que nos dispone para el sacrificio, dejando que Él nos dirija.

lunes, diciembre 21, 2009

Adoro te devote




Los hermanos de la fraternidad "Toca de Assis", creada en Brasil por el Padre Roberto Lettieri, con inspiración franciscana, cantan acá el himno eucarístico "Adoro te devote", de Santo Tomás de Aquino:


Adoro te devote, latens Deitas,            Te adoro con devoción, Dios escondido
Quae sub his figuris vere latitas:          oculto verdaderamente bajo estas apariencias:
Tibi se cor meum totum subiicit,          A ti se somete mi corazón por completo,
Quia te contemplans totum deficit.       Y se rinde totalmente al contemplarte.



Visus, tactus, gustus in te fallitur,         Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto,
Sed auditu solo tuto creditur.               el gusto.  Pero basta el oído para creer con
Credo quidquid dixit Dei Filius:            firmeza. Creo todo lo que dijo el Hijo de Dios:
Nil hoc verbo Veritatis verius.              Nada es más verdadero que esta Palabra de

                                                          verdad.

In cruce latebat sola Deitas,                 En la Cruz se escondía sólo la Divinidad,

At hic latet simul et humanitas;            pero aquí se esconde también la humanidad;
Ambo tamen credens atque confitens,   sin enmbargo, creo y confieso ambas cosas,
Peto quod petivit latro paenitens.         y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.  

Plagas, sicut Thomas, non intueor;        No veo las llagas como las vio Tomás;
Deum tamen meum te confiteor.          pero confieso que eres mi Dios.
Fac me tibi semper magis credere,       Haz que yo crea más y más en Ti,
In te spem habere, te diligere.             que en Ti espere, y que te ame.

O memoriale mortis Domini!                 ¡Memorial de la muerte del Señor!
Panis vivus, vitam praestans homini!     Pan vivo que das vida al hombre:
Praesta meae menti de te vivere           concede a mi alma que de Ti viva,
Et te illi semper dulce sapere.                y que siempre saboree tu dulzura.

Pie pellicane, Iesu Domine,                   Señor Jesús, pelícano bueno,
Me immundum munda tuo sanguine.       Límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,
Cuius una stilla salvum facere                de la que una sola gota puede liberar
Totum mundum quit ab omni scelere.    de todos los crímenes al mundo entero.

Iesu, quem velatum nunc aspicio,          Jesús, a quien ahora veo oculto,
Oro fiat illud quod tam sitio;                 te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
Ut te revelata cernens facie,                 que al mirar tu rostro cara a cara,
Visu sim beatus tuae gloriae.                 sea yo feliz viendo tu gloria.

Amen                                                  Amén.


¡Qué belleza! ¡Qué amable y reconfortante, la adoración al Santísimo Sacramento, que es Dios invisible, hecho visible y palpable, gracias a Dios, como principio y fin de la Santa Misa, y de la vida de la Iglesia, que es "Iglesia de Eucaristía".  Dios que se hace presente en nuestras vidas y en la vida del mundo, y hace posible la fe.




Sigue una pequeña meditación de Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, que toma palabras de San Josemaría:

“Te adoro, te amo, auméntame la fe”


Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas. (Forja, 832)

2000/11/25

Asistiendo a la Santa Misa, aprenderéis a tratar a cada una de las Personas divinas: al Padre, que engendra al Hijo; al Hijo, que es engendrado por el Padre; al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando a cualquiera de las tres Personas, tratamos a un solo Dios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamos igualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad la Misa, hijos míos, amad la Misa. Y comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad.

No ama a Cristo quien no ama la Santa Misa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, delicados; les descubre, para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Santa Misa. Por eso he sospechado siempre que, los que quieren oír una Misa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.

El amor a Cristo, que se ofrece por nosotros, nos impulsa a saber encontrar, acabada la Misa, unos minutos para una acción de gracias personal, íntima, que prolongue en el silencio del corazón esa otra acción de gracias que es la Eucaristía. 
(Es Cristo que pasa, nn. 91-92)

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